Chile es un país con una gran tradición apícola y aún existen varias regiones donde la producción de miel es significativa a pesar del cambio climático y la diversidad floral de la zona, los que se transforman en factores importantes a la hora de dedicarse a este importante rubro.
La apicultura tiene un rol importante para nuestro país, no solo por la producción, sino también por la polinización de las abejas que impacta de manera positiva en el desarrollo de la agricultura, la protección de la biodiversidad y de las comunidades rurales que desarrollan esta actividad.
De acuerdo a resultados entregados por el VIII Censo Agropecuario y Forestal del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la región del Biobío tiene 1.246 apicultores con 36.048 colmenas, lo que representa el 11% a nivel nacional. De acuerdo con cifras oficiales, 88,6% de los apicultores/as del país son pequeños productores, los cuales mayoritariamente están vinculados a la agricultura familiar campesina.
Por ello, uno de los grandes desafíos de la actualidad es la diversificación de los subproductos de la miel, debido a que la exportación de la misma es inviable por costos y cantidad requerida, convirtiendo a los subproductos en la gran fuente de ingresos de este perfil de agricultores, para obtener cera, polen, propóleos, apitoxinas, jalea real, material biológico, entre otros.
En el Biobío, el proyecto Digitalización agrícola familiar campesina alberga a un grupo de 45 apicultores, donde la media es contar con 12 apiarios cada uno, en donde se brinda asistencia técnica, asesoría especializada, información de financiamientos, entre otros. Además, promovemos una agricultura que sea sostenible y resiliente, de base sustentable.
La miel es un alimento muy valioso y venerado ya en las antiguas civilizaciones, por ejemplo, los egipcios la consideraban un regalo de los dioses y la usaban en ceremonias religiosas y alimentos funerarios. Es así como hoy resurgen en bebidas alcohólicas preparadas a base de miel, como la “hidromiel” o cervezas en base a miel, además de consumo directo del polen, el cual es el resultado de la aglutinación del polen de las flores. Las abejas recolectoras transportan el polen floral en sus patas a la colmena, donde las abejas obreras aglutinan esta sustancia con néctar y saliva para producir bolitas, conocidos como pan de polen.
Es así como en nuestro proyecto estamos implementando un tipo de piloto tecnológico que viene a monitorear el estado de las colmenas en términos de peso, temperatura, humedad y zumbido del enjambre. Para el caso de esta última variable, las abejas emiten diferentes tipos de vibraciones y sonidos. El zumbido que emiten los enjambres es único de colmena en colmena. Los apicultores más experimentados son capaces de reconocer lo que sucede dentro del colmenar simplemente escuchando los sonidos emitidos. Mediante el análisis auditivo y visual, los apicultores expertos detectan lo que sucede en las colmenas que un oído medio no entrenado no podría percibir. Un zumbido que ocurre con más frecuencia es el que emiten los enjambres cuando descubren una nueva fuente de néctar o se instalan en un nuevo hogar. Por otro lado, el zumbido más sonoro es el emitido por los enjambres huérfanos. Cuando una familia de abejas queda huérfana y se queda sin una abeja reina, el enjambre comienza a producir un fuerte zumbido que se prolonga y lloriquea. Escuchar a las abejas es parte del rol que cumplen los apicultores, pero requiere mucha experiencia. Es de esta forma, que la implementación de estos pilotos viene a verificar si lo anteriormente expuesto es posible de cuantificar con estos pilotos tecnológicos aplicados al sector apícola mediante la ejecución de nuestro programa “Hacia la inserción digital de la agricultura familiar campesina”, iniciativa financiada por el Gobierno Regional del Biobío y ejecutada por el Centro Regional de Estudios Ambientales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Por:
Carlos Vallejos Carrera,
Coordinador proyecto.
Margarita Rojas Rojas,
Profesional extensionista del proyecto.